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Siempre reformándonos

El principio de "Iglesia Reformada, siempre reformándose" (en latín, Ecclesia reformata, semper reformanda) representa la continua necesidad de la iglesia de volver una y otra vez a la Escritura, en dependencia de la obra del Espíritu Santo, para renovarse, corregirse y conformarse más fielmente a la Palabra de Dios. Este principio, lejos de significar un cambio sin dirección, implica una transformación que mantiene a la iglesia alineada con los fundamentos bíblicos y fiel a la verdad del evangelio. Explicado en términos de fidelidad bíblica, discernimiento y una postura de contracultura, santidad y humildad, el principio se desarrolla de la siguiente manera:

 

1. Siempre Bíblica

La iglesia reformada siempre se somete a la autoridad de la Escritura como su norma infalible. La reforma continua no implica aceptar las modas culturales o adaptarse a las tendencias, sino volver constantemente a la Biblia como la única guía suficiente y final para la fe y la práctica. Por esto, la iglesia debe examinar todas sus enseñanzas y prácticas a la luz de la Palabra, buscando asegurar que cada doctrina, acto de adoración, y estructura de gobierno esté alineado con la enseñanza bíblica, sin desviaciones ni adiciones humanas. La Escritura es la regla máxima y autoritativa que norma la vida y misión de la iglesia.

 

2. Siempre Bereana

Inspirada en los creyentes de Berea, quienes "escudriñaban cada día las Escrituras" (Hechos 17:11), la iglesia reformada mantiene una actitud de discernimiento activo, examinando todas las cosas a la luz de la Biblia. Esto significa que la iglesia, en cada generación, debe poner a prueba incluso sus tradiciones para asegurarse de que permanecen fieles a la Palabra. Tal como lo hicieran los bereanos, el pueblo de Dios está llamado a probar los espíritus, doctrinas, y prácticas, rechazando cualquier enseñanza contraria a la Escritura. Este discernimiento continuo evita la complacencia y protege a la iglesia de caer en errores doctrinales o prácticas sin fundamento bíblico.

 

3. Siempre en Antítesis

La iglesia reformada, en su renovación constante, reconoce que vive en antítesis o tensión con el mundo caído, que sigue valores y principios contrarios a los del Reino de Dios. La reforma significa que la iglesia no busca congraciarse con el mundo, sino ser distinta y fiel a su misión de proclamar la verdad de Cristo en contraste con la cultura secular. Por esta razón, la iglesia reformada debe mantener su identidad contracultural, rechazando el sincretismo o las concesiones que comprometan su mensaje y misión. La reforma continua implica recordar que la iglesia es "luz en medio de las tinieblas" (Efesios 5:8) y que debe ser transformada, no conformada, a este siglo (Romanos 12:2).

 

4. Siempre en Santidad

La reforma continua lleva a la iglesia a una vida de santidad, pues la iglesia es llamada a ser "santa y sin mancha" (Efesios 5:27). La reforma no es solo teológica, sino práctica y ética, buscando que la iglesia y cada creyente crezcan en conformidad a la santidad de Dios. Esto debe impulsar continuamente a la iglesia a vivir una vida moralmente íntegra y espiritualmente consagrada. La santidad es un fruto indispensable de la reforma, pues la iglesia es purificada por la verdad de la Palabra y el poder del Espíritu, llamada a vivir en pureza, justicia, y obediencia a Dios.

 

5. Siempre en Humildad

La verdadera reforma es un acto de humildad, reconociendo que la iglesia, aunque fundada por Cristo, aún es imperfecta en esta vida y debe depender continuamente de la gracia de Dios. La iglesia reformada siempre reformándose implica un espíritu de humildad que no presume haber alcanzado toda la verdad, ni alardea de autosuficiencia o empoderamiento, sino que está abierta a ser corregida y guiada por el Espíritu, siempre dependiendo de Su misericordia y caridad. La iglesia debe permanecer vigilante y humilde, reconociendo que su conocimiento es parcial y que solo por la Palabra y la obra del Espíritu Santo puede crecer en la verdad, ser fortalecida y prevalecer. Así mismo, la humildad fomenta el arrepentimiento constante y el apego al evangelio, confiando en Jesucristo y Su Palabra como fuente de dicha, esperanza y salvación.

 

Ecclesia reformata, semper reformanda

Este principio llama a la iglesia reformada a estar en una búsqueda continua de fidelidad a Dios, en dependencia de Su gracia, para ser una comunidad bíblica, discernidora, contracultural, santa y humilde en todo aspecto de su vida y misión.



 
 
 

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