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Nuestra regla de fe y conducta

“Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”

(Salmo 119:105).


El principio de Solo la Escritura (Sola Scriptura) es una de las piedras angulares de la teología reformada y fue central en el corazón de la Reforma del siglo XVI. Los reformadores, como Lutero y Calvino, proclamaron con valentía que la Palabra de Dios es la única autoridad infalible y suprema en todas las cuestiones de fe y práctica. Este principio fue una respuesta directa a los excesos y corrupciones de la Iglesia medieval, donde las tradiciones humanas, los concilios y los decretos papales habían tomado una autoridad igual o superior a la de la Biblia.


"Solo la Escritura" afirma que la Biblia, como la Palabra inspirada por Dios, es la única fuente de autoridad divina que gobierna la vida del creyente. La Escritura no necesita ser complementada ni corregida por ninguna tradición humana, opinión o revelación adicional. Como enseña 2 Timoteo 3:16-17: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” Esta declaración nos da confianza de que las Escrituras no solo son suficientes para salvación, sino también para guiarnos en cada aspecto de nuestra vida cristiana.


Este principio destaca la naturaleza única de la Escritura: es completamente confiable, sin error y totalmente suficiente para todas las necesidades espirituales de los creyentes. En una época donde la iglesia imponía tradiciones humanas como doctrina, los reformadores reclamaron el lugar exclusivo de la Palabra de Dios como la guía perfecta para conocer a Dios y vivir conforme a Su voluntad.


La iglesia medieval enseñaba que la autoridad de la Escritura estaba en pie de igualdad con la tradición de la iglesia, y que las decisiones de concilios, papas y teólogos podían determinar lo que era verdad. Esto llevó a la distorsión del evangelio y a la introducción de prácticas y doctrinas que no tenían base bíblica.


"Solo la Escritura" rechaza la noción de que las tradiciones humanas o los líderes religiosos pueden añadir o alterar la verdad de la Biblia. Si bien las confesiones y catecismos tienen un valor significativo en la enseñanza y la instrucción, estos deben siempre estar subordinados a la Palabra de Dios. Así, la autoridad final en todas las decisiones doctrinales y éticas no recae en ninguna autoridad humana, sino en las Escrituras mismas.


Uno de los aspectos más hermosos de Solo la Escritura es su afirmación de que la Palabra de Dios es clara y suficiente para todo creyente. Aunque hay partes de la Biblia que pueden ser difíciles de entender, los reformadores sostenían que los puntos esenciales para la salvación y la vida cristiana son presentados de manera accesible para todos. Como dice el Salmo 19:7: “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.”


El principio de la "Sola Escritura" también subraya que las Escrituras no necesitan ser complementadas con nuevas revelaciones o tradiciones posteriores. Dios ha hablado de manera completa y definitiva en Su Palabra, y todo lo que necesitamos para conocerle, para ser salvos y para vivir piadosamente está contenido en la Biblia. La suficiencia de la Escritura nos da confianza en que no necesitamos buscar fuera de ella para encontrar la verdad.


En un mundo que lucha por definir la verdad y en una iglesia que a menudo enfrenta presiones de las tradiciones o de la cultura, debemos mantenernos firmes en la autoridad, claridad y suficiencia de la Palabra de Dios. Que nuestra oración sea como la del salmista: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley” (Salmo 119:18). Si nos aferramos a las Escrituras como nuestra única regla de fe y práctica, podremos caminar con seguridad en el camino de la verdad, confiando plenamente en el Dios que nos ha dado su Palabra infalible.


 
 
 

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