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La verdad nos hace libres

La Santa Biblia no es solo un texto antiguo; es la voz misma de Dios que continúa hablando a Su pueblo hoy. En ella, encontramos todo lo que necesitamos para ser transformados a la imagen de Cristo y ser capacitados para toda buena obra. Al mantenernos en Solo la Escritura, nos mantenemos bajo la poderosa obra de Dios que transforma corazones, reforma vidas, fortalece su iglesia y nos brinda libertad.

Solo la Escritura no es solo un principio doctrinal abstracto, sino una afirmación viva del poder transformador de la Palabra de Dios en la vida del creyente. Los reformadores experimentaron de primera mano cómo la lectura y la predicación de la Biblia, sin adiciones humanas, producían avivamiento, convicción de pecado y renovación espiritual.

En una época de creciente relativismo y confusión espiritual, ante el resurgimiento del paganismo y las religiones politeístas, la verdad inmutable de la Palabra de Dios sigue siendo el faro que guía a los hijos de Dios hacia la libertad auténtica. Jesucristo, al proclamar "y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:32), nos revela que la verdad divina tiene un poder liberador que trasciende el entendimiento humano y libera al creyente de las cadenas espirituales, mentales y culturales que oprimen su vida.


1) La verdad nos libra de superstición, idolatría y fanatismo

La Palabra de Dios nos libera de las religiones vanas y supersticiosas que los pueblos han adoptado a lo largo de la historia. La idolatría, en sus múltiples formas, ha sido una manifestación constante del anhelo humano por lo trascendente, pero que busca satisfacer este anhelo en medios falsos y corruptibles. Como el profeta Jeremías lamentó, “han dejado a mí, fuente de agua viva, y han cavado para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (Jeremías 2:13). Las Escrituras nos conducen a la adoración del Dios verdadero, desenmascarando el vacío de los ídolos que los hombres fabrican y mostrando la vanidad de las tradiciones religiosas sin sustancia. Además, nos guardan del fanatismo que esclaviza las conciencias bajo reglas humanas o emociones desordenadas, recordándonos que “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24).


2) La verdad nos libra de doctrinas engañosas y artimañas del error

Dentro de la iglesia, el enemigo ha infiltrado falsos maestros y doctrinas erróneas desde los primeros siglos del cristianismo. El apóstol Pedro advirtió: “Habrá falsos maestros entre vosotros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras” (2 Pedro 2:1). La Palabra de Dios es el medio por el cual el creyente discierne entre la verdad y el error. Sin una adherencia firme a las Escrituras, los cristianos corren el riesgo de ser llevados “por todo viento de doctrina” (Efesios 4:14).

En este contexto, muchos maestros y ministros de la iglesia están tentados a rechazar o reinterpretar la Biblia según las corrientes culturales. Algunas iglesias contemporáneas están sucumbiendo a la tentación de mezclar la Palabra de Dios con las filosofías modernas, comprometiendo la autoridad de las Escrituras en favor de la aceptación social.

Sin embargo, como reformados, afirmamos que la Escritura sigue siendo tan relevante y autoritativa hoy como siempre lo ha sido. La verdad de Dios no cambia, y Solo la Escritura nos recuerda que no debemos conformarnos a los valores del mundo, sino ser transformados por la renovación de nuestra mente mediante la Palabra de Dios (Romanos 12:2).

La Escritura, y solo la Escritura, con su claridad y suficiencia, proporciona el marco necesario para evaluar toda enseñanza, garantizando que la fe del creyente esté anclada en la revelación de Dios y no en interpretaciones humanas distorsionadas. La sola Escritura previene que el cristiano caiga en doctrinas peligrosas que pueden desviar su caminar y distorsionar la pureza del evangelio.


3) La verdad nos libra de ideologías anticristianas y del secularismo

Vivimos en una época dominada por el secularismo, donde las ideologías humanistas, materialistas y posmodernistas han erosionado los cimientos de la verdad objetiva. Las corrientes culturales anti-cristianas promueven la idea de que el ser humano es el centro de toda realidad, relegando a Dios y Su Palabra a una esfera meramente privada e irrelevante. Sin embargo, la Escritura confronta directamente estas ideologías, declarando que “el mundo y sus deseos pasan, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:17). La Palabra de Dios no solo nos equipa para resistir estas corrientes ideológicas dañinas, sino que también nos enseña a vivir con una cosmovisión centrada en Cristo, donde toda la realidad encuentra su propósito en Él (Colosenses 1:16-17).

La verdad bíblica nos libera de la confusión del pensamiento secular, mostrándonos que nuestra identidad, valor y propósito provienen de nuestro Creador y Redentor, no de las corrientes fluctuantes de la cultura. Nos ayuda a entender que, aunque vivimos en el mundo, no somos del mundo (Juan 17:16).


El engaño no puede arrastrar a los que están anclados en la verdad.

El poder liberador de la Palabra de Dios es real y transformador, pero solo puede ser experimentado si perseveramos en su conocimiento y obediencia. Como dijo el salmista, "Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino" (Salmo 119:105). Esta luz divina nos guía no solo a la salvación, sino también a la libertad continua de todo aquello que busca esclavizarnos. En una era de confusión y engaño, es más necesario que nunca que los creyentes se aferren a las Escrituras con firmeza, sabiendo que en ellas encontramos la verdad que verdaderamente nos hace libres.

Perseveremos, entonces, en el estudio y la meditación de la Palabra de Dios, confiando en que Su verdad nos guardará y nos guiará por sendas de libertad y vida. 5 pasajes bíblicos para reflexionar:

  • Isaías 40:8 / “Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.” - Este versículo destaca la permanencia y la autoridad eterna de la Palabra de Dios, mostrando que, a diferencia de las cosas temporales, la Palabra de Dios nunca se marchita ni pierde su poder.


  • Jeremías 23:29 / “¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?” - Aquí se compara la Palabra de Dios con el fuego y el martillo, demostrando su poder y autoridad para purificar y destruir lo que se opone a la verdad.


  • Ezequiel 12:28 / “Por tanto diles: Así ha dicho Jehová el Señor: No se tardará más ninguna de mis palabras; la palabra que yo hable se cumplirá, dice Jehová el Señor.” - Este pasaje subraya la certeza y autoridad de la Palabra de Dios: lo que Él dice se cumplirá sin demora, reafirmando que Su Palabra es definitiva y soberana.


  • Amós 3:7 / “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas.” - Este versículo destaca la autoridad de la revelación profética como un medio por el cual Dios comunica su voluntad, mostrando que Su Palabra es decisiva en los planes divinos.


  • Isaías 55:11 / “Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.” Este texto enfatiza la eficacia y autoridad de la Palabra de Dios, mostrando que siempre cumple su propósito y jamás falla.



 
 
 

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