Respondió Jehová: Dos naciones hay en tu seno, Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, Y el mayor servirá al menor. (Gen 25:23)
La historia de Dios tiene sorpresas; muchas veces el Señor actúa de la manera menos esperada. Uno podría entender que ante la catástrofe de la caída y fracaso del hombre en Edén, Dios lo hubiera desechado todo para comenzar de nuevo desde cero – pero Él decide restaurar, renovar y rescatar lo que se había perdido.
Uno esperaría que el hijo de Dios, al aparecer en la historia, lo haga al sonido de trompeta, con hordas de ángeles y cientos de caballos – pero es en humildad; en un vil pesebre en una lejana aldea donde termina el Rey de la gloria naciendo. Nada de esto es accidente; hay lecciones y motivos en cada escena - cada detalle fue calculado desde la eternidad para mostrar su grandeza en humildad.
Un patrón muy frecuente en la historia de redención es que Dios se vale de personas de “bajo perfil” – no es con los grandes ni los fuertes con quienes obra principalmente, sino echando mano de “lo débil y menospreciado”.
Dos hijos se alojaron al mismo tiempo en el vientre de Rebeca, nuera de Abraham – pero no sería Esaú por fuerte ni por ser primogénito, quien gozaría del favor divino sino que “el menor” sería el afortunado.
“No el primero, sino el segundo” Así podríamos llamar a esta dinámica. Y se repite una y otra vez: No es Caín, el primero, de quien se agrada Dios, sino que “miró Dios con agrado a Abel y su ofrenda”.
No será Saúl, el primero que gobernó, el rey amado de Dios; sino David, el segundo. Y no es Adán, el primero, quien se convierta en el dador de bendición a la humanidad, sino Cristo (el segundo Adán) en quien heredaríamos vida eterna y gloria.
Así es como Dios hace las cosas – haciendo todo de la nada; eligiendo a un pueblo insignificante para hacer una gran nación (Deut.7:7-8) y usando gente débil y menospreciada para decorar sus planes. Así, nadie podrá jactarse ni alardear con vanagloria – así quedará bien claro que todo es por pura gracia; para que en todo, el único reverenciado sea el Hijo.
El Hijo eterno del eterno Padre nace no para ser servido sino para servir, para dar su vida en rescate por muchos; que no lo merecen y no se lo pueden ganar – para que se sepa que Dios es grande en misericordia y poderoso para salvar.

La paradoja de la Navidad es que aunque el salvador vino en humildad, se trata del Rey de reyes y Señor de señores; y aunque fue menospreciado y no estimado, es el tesoro y bien mayor que Dios ha otorgado a la humanidad – Sorprendentemente “el mayor”, el Hijo eterno del eterno Padre nace no para ser servido sino para servir, para dar su vida en rescate por muchos; que no lo merecen y no se lo pueden ganar – para que se sepa que Dios es grande en misericordia y poderoso para salvar.
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. (Isa 53:3)
Pensando en esto, oremos:
❶ Dios de bondad; gracias por elegirnos sin tener mérito ni gloria personal, llénanos de humildad y mansedumbre para honrarte con nuestras vidas.
❷ Buen salvador; perdona todas las veces que obramos en vanidad y arrogancia; los desplantes de protagonismo y altivez – los pensamientos con que alimentamos nuestro egocentrismo y frivolidad – ayúdanos a apropiarnos del mismo carácter de servicio y obediencia de tu hijo Jesucristo.
❸ Señor de gloria; danos gozo en el servicio, alegría en la obediencia y diligencia en el sometimiento - que cada oportunidad de servir sea considerada un acto de adoración y un ejercicio de imitación de tu hijo, el gran Rey.
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